Absolutos, íntimos, e impuros. Gemidos
que se nutren de la epicúrea ansiedad
de amarnos sin recelo, sin prudencia, excelsos
en la entrega total de nuestros cuerpos.
Liados bajo el sol que fenece en el ocaso.
Instaurados en la eternidad de las estrellas,
sin prisa, con el dulce devenir de un beso clandestino.
Sin protocolos en la piel, que se unge en hierbabuena
y se adiestra en las comisuras de tu boca urgida.
No intento escribirte en versos mis vehemencias,
no es una invitación abierta, ni un desafío concreto.
Pero es el boceto final de excitación perpetua,
diseñada por tus manos, en el tálamo de mi respiro.
Y te quedas en mí, como un conserje, carcelero
de amor que me arrebata, y provoca mis sentidos.
Y te quedas en mí, en mi regazo, despertando el
universo dormido que habita en el interior corpóreo
de mi sexualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario